La obra de un ateo, la fe de un pueblo

Dos veces al mes, el propietario de una floristería de Vilaxoán (Vilagarcía) llama por teléfono a Marité Bouzas o a Mercedes Lijó para indicarles que pasen por su establecimiento a recoger un ramo de flores para la Virgen del Carmen. Son las responsables del cuidado de la imagen que se encuentra en las dependencias de la confradía arousana. En algunas ocasiones es él quien las lleva, además de guardar el secreto de la identidad de la persona que hace el encargo y las paga. Tal cosa está sucediendo desde hace dos años.

Fue encargada por Joaquín Bouzas y José Serantes, que estaban al frente de la comisión de fiestas y promovieron una suscripción popular para pagar las 1.600 pesetas que costó. La factura incluía los vestidos, confeccionados por las monjas de un asilo de Santiago. La cuota fue de 10 céntimos y un anónimo pagó 75 pesetas.

La estrenaron en 1917, un año de penurias para los marineros, como los anteriores y los siguientes, pero no por eso dejaron de celebrar la fiesta de su patrona. Desde entonces, la fe de un pueblo que blasfema en los bares y no se deja ver por la iglesia más que en contadas ocasiones, se volcó en una imagen tallada por un ateo.

Se llama José Pasín Romero, nació en Santiago en 1878 y falleció en la misma ciudad en 1960. Dos hijos suyos fueron asesinados durante la Guerra Civil y él anduvo huido varios años después de que un grupo de vecinas impidiesen su detención por los falangistas. Discípulo de landeira.

Era un niño cuando entró en el taller de Jesús Landeira, por el que pasó el escultor cambadés Francisco Asorey. Allí aprendió el oficio. El maestro lo mandó a Pontevedra, donde se puso al frente de medio centenar ebanistas, pintores y tallistas que acudían a la escuela abierta a orillas del río del Lérez.

En esta ciudad se ubica la creación de la imagen, al igual que la del Cristo que preside la Iglesia de Santo Tomás, de Caldas. Como escultor, también participó en la estatua del arzobispo Figueroa situada en al Campus Universitario de Santiago.

«Todas mis acciones se movieron dentro de la ley, con el fin de que la clase trabajadora, los desheredados de la fortuna, tuvieran pan en su hogar e instrucción para que, conscientes de su derechos y sus deberes, cooperaran a la formación de un estado social de felicidad humana en todo el universo, sin fronteras, clase ni castas, que son el origen de fratricidas guerras que asolan el mundo, poniendo al hombre en peor condición que a feroces animales irracionales», escribió José Pasín.

La carta de la que fue extraído este párrafo fue redactada años después de su paso por el Concello de Santiago, al que accedió en las elecciones municipales celebradas el año 1910, superando en la pugna a Felipe Romero Donallo, gobernador civil de A Coruña. Fue el primer obrero en lograrlo.

Mantuvo la confianza del electorado hasta el año 1923, cuando se produjo el golpe de estado del general Primo de Rivera, a pesar de que sus cómplices le pidieron que continuase. No quiso participar en aquella farsa. Restaurada la legalidad, fue elegido de nuevo en el año 1931.

«Cooperé en las campaña contra el brutal y funesto caciquismo de entonces, usurpador de todos los derechos del pueblo. El cacique nombra alcaldes, concejales, juez... cargos y empleo eran de su omnímoda voluntad y capricho», lamenta José Pasín.

Fundó dos periódicos, el semanario ‘La defensa’ y ‘Lucha social’, el órgano de la Federación de Obreros y Campesinos, de la que fue su presidente. Su participación en la huelga general celebrada en el año 1917 lo llevó al castillo de San Antón, en A Coruña, donde estuvo preso durante varios meses. Un obrero.

«Mis ideas eran puramente societarias y repudiaba la política ambiente. Por mi intensa labor jamás cobre un céntimo, y serví a mi querida ciudad de Santiago, como es público y notorio. Por mi condición de obrero ebanista vivía de mi salario, trabajando para conservar mi honradez toda la vida», dejó escrito.

«A pesar de ser un anticlerical, tuvo la autoridad suficiente para evitar que la Iglesia fuese acosada y defendió el respeto a las creencias de los demás. Aquí no se quemó ningún convento, a pesar de los desmanes de la Guerra Civil», expone su sobrino Luis Pasín, que fue concelleiro durante la etapa del alcalde socialista Xerardo Estévez.

Le valió de poco ante las nuevas autoridades. No así su lucha por los más débiles, ni su labor de mediación enviando a enfermos sin recursos a la consulta gratis que ofrecía un día al mes su amigo el médico Roberto Novoa, con el que debatía sobre el alma y sobre la existencia de dios.

Y así es que cuando varios falangistas trataron de detenerlo, cerca del bar santiagués El Caramelo, un grupo de mujeres del barrio se enfrentó a los secuaces. «Hubo culatazos. Tenían intención de matarlo», indica Luis Pasín. Estuvo huido durante cuatro años. Su familia sufría penalidades. dos hijos muertos.

Mientras trataba de evitar el arresto, sufrió el inmenso desgarro que supuso el fusilamiento de dos de sus hijos. Modesto había nacido en Pontevedra, era comunista y tenía 33 años cuando escribió una carta de despedida.

«De ti, padre mío, aprendí a luchar en beneficio de los indigentes, de los desheredados. Tu honradez, que conocemos bien, te llevó a no renegar de tus postulados redentores», decía en una misiva firmada el día 3 de diciembre del año 1936 desde la cárcel.

El escrito enviado por otro de sus hijos, también fusilado, Marcelino, fue interceptado. «Asesinaron a mis buenos y querísimos hijos mayores Marcelino y Modesto; a Luis lo salvó un cabo de la Guardia Civil amigo de la familia; Palmiro estuvo preso y Florentino se salvó por estar en el servicio militar», narra José Pasín.

Por entonces, ya no tallaba imágenes de santos y vírgenes. Años atrás había comenzado a llevar al contabilidad de una empresa y pudo normalizar su situación con la solidaridad de los vecinos.

El autor de la talla que veneran en Vilaxoán los creyentes y quienes no lo son perdió la fe cuando trataba de acercarse a dios. «Fue monaguillo, empezó a estudiar para cura y vio cosas que le hicieron apartarse», explica su sobrino Luis Pasín.

Dos días al año sacan la imagen de la Virgen del Carmen de la casa de los marineros, el anterior y el siguiente a la celebración de su fiesta, el 16 de julio, y permanece en el templo parroquial. «Es preciosa, es expresiva y tiene cuerpo de mujer», afirma una embelesada Mercedes Lijó.


Diario de Pontevedra (19-06-2011)
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