Reivindicación de Ricardo Urioste


Lúgubre y sombría, la marcha fúnebre de Frédéric Chopin empezó a sonar, interpretada por la banda de música de la Royal Navy, cuando se puso en marcha el cortejo fúnebre que acompañó los cadáveres de tres soldados camino del cementerio de Vilagarcía.    
Formaban parte de la flota británica que atracó en la ría de Arousa entre los años 1920 y 1930. La salida del barco en el que habían llegado los pilló borrachos, y trataron de alcanzarlo a nado.
Un almirante, el comandante de marina, el gobernador civil, el alcalde, y otras autoridades que marchaban en la cabecera, escucharon, sorprendidos, como la los vilagarcianos interpretaba un canto de acompañamiento.
«Felicito muy sinceramente al señor alcalde, que tiene la dicha de gobernar esta pequeña Atenas en la que hasta las pescadoras saben cantar la música de Chopin», dijo el almirante al finalizar la exequias. Mister Cameron, cónsul británico, tradujo sus palabras de agradecimiento y admiración.
Los historiadores que recogieron aquella escena en sus crónicas no relataron la reacción del cónsul y del resto de autoridades ante la reacción del mando, porque el estribillo que entonaron los vilagarcianos es el que sigue: «¡Momo murió!/Suerte fatal/fue a morirse en carnaval/de comer lacón con grelos./De sabor superior./De su pasó por el mundo/porcalladas dejó».
Posiblemente no hubiese en su acción la menor intención de burla por parte de los nativos, cuya reacción se explica porque poco antes se había celebrado el Carnaval, festejo en los que una comparsa adaptó la letra a la pieza musical de Chopin que escucharon camino del camposanto.
Su autor fue Ricardo Urioste Mesana. «Este personaje había llegado a Vilagarcía en la primera década de este siglo procedente de A Coruña, de una acaudalada familia que además tenía mucha clase», escribió de Carlos Comendador. «Era muy mal hablado, pero tenía una gran simpatía, por lo que en poco tiempo se introdujo en las distintas esferas de la ciudad», agrega en su descripción.
Culto y con amplios conocimientos musicales, desplegó una amplia actividad en el Recreo Liceo, cuyo cuadro artístico dirigió en la interpretación de varias zarzuelas. Dominaba varios instrumentos, dio un celebrado concierto de bombardino en la radio local, llamada K.K.U.E.T., y también dejó huella en el mundo del teatro con unas propuestas que aún hoy resultarían desconcertantes por atrevidas.
Con la platea del Teatro Vilagarcía a rebosar y un público tan elegante como expectante, se abrió el telón. Los espectadores observaron que el escenario estaba lleno de velas encendidas. Pasados unos minutos, un personaje las apagó parsimoniosamente. Y acabó la obra. Su título: ‘La gran velada’.
 Tampoco deberían haberse sorprendido aquellos que acudieron al mismo lugar para asistir a la representación de otra de sus creaciones dramáticas. Se denomina ‘Agonía de un cabo de vela’, y la acción se limitó a apagar una vela encendida. Cierto es que en ambas ocasiones Urioste echó mano de su ingenio para deleitar a la sorprendido concurrencia con unas intervenciones en las que sacaba a relucir su atracción por los asuntos escatológicos.
En este terreno está enmarcado su ‘Concierto de Bacinilló’. «Levantado el telón, con el salón lleno de público ataviado con sus mejores galas, aparecen una serie de bacenillas colgadas en forma de xilófono y el protagonista vestido de etiqueta», cuenta Carlos Comendador. «Como era un gran músico, obsequió a sus admirados espectadores con un concierto interpretado con tan original instrumento», agrega el cronista local.
Dicen de él que en una ocasión llegó hasta las puertas del elitista Casino de A Coruña vestido de gala para participar en un baile de sociedad, como exigía la ocasión, pero mientras los representantes de la alta sociedad se desplazaron en coches de alquiler, Ricardo Urioste llegó en una carretilla empujada por un obrero portuario, y que repitió esta escena en Vilagarcía, con Pacucho, un personaje entrañable de la localidad, como porteador.    
Se definió como periodista, editó un periódico satírico llamado ‘El cacahuete’, cuyo lema era ‘El órgano de los trasnochadores’, participó fugazmente en los asuntos de la vida política, mantuvo largas conversaciones con una cerda que criada en un la cuadra situada en el bajo de la casa de la calle Vista Alegre, donde vivió de inquilino, y no se le recuerda una novia.
«Aquí donde los elementos caducos, ya por edad o por dolencias de minjitoria, son las encargadas de nuestros destinos (...) es donde se precisa que la savia nueva invada a toda prisa los organismos defectuosos», proclamó. Tuvo dos empleos jefe de embellecimiento local y ayudante en el Consulado Británico.
El violinista Manuel Quiroga se encontraba en su círculo de amigos y la eminente tiple cambadesa Matilde Vázquez, a la que había enseñado canto antes de que marchase a Madrid, acudió a un homenaje que le fue tributado en 1946, un año antes de su muerte.
El silencio que siguió a su desaparición finaliza hoy en un homenaje que sus organizadores quieren convertir en la reivindicación de su figura. Hubo flores en su nicho después de 66 años de olvido y abandono. Sonó la música de Erik Satie.
la sombra de los días
10/13/2013
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Comentarios

  1. Muy interesante la figura de Ricardo Urioste y y sus propuestas que hoy en día podrían considerarse teatro experimental o performances (o también llamado "arte de acción"). Estoy realizando una investigación sobre los pioneros del arte sonoro en la vanguardia española y me gustaría saber el año aproximado de su "Concierto de Bacinilló", así como sus otras piezas de "La gran velada" y la "agonía de un cabo de vela". Las declaraciones de Carlos Comendador ¿vive aún para preguntarle? al menos saber la década que se hizo. Es que así me serviría para valora en el tiempo su caráctter pionero. Muchas gracias, Miguel Molina Alarcón (profesor de la Facultad de Bellas Artes de Valencia)

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