En los dominios de Visclacuntino

POCOS VECINOS de Cerdedo recuerdan que hubiese existido. Ni siquiera los más mayores, ni aquellos que por sus ocupaciones se vieron obligados a recorrer con asiduidad el territorio. Y sin embargo está ahí, a un paso de la carretera N-541 (Pontevedra-Ourense). Imponente en su silencio, envuelta en una cortina de ramas y cubierta de hiedra, musgo y hojarasca. Grandiosa.

Es la Aldea Vella de Vichocuntín, situada a poco más de dos kilómetros de la capital del municipio.
Se compone de media docena de viviendas, habitadas por árboles, cuyas dimensiones, características constructivas, grandes perpiaños y elaborada cantería, e instalaciones anexas hablan de un pujante pasado en el que sus habitantes vivieron de la agricultura y ganadería.
Tres casas destinadas a vivienda conservan intactas sus paredes exteriores, cuentan con dos pisos y en su dotación figura un horno; uno de ellos llama poderosamente la atención con su ábside de seis metros de altura.
Nada queda de sus estructuras de madera, y tampoco sería descabellado suponer que el fuego que arrasó este municipio en el año 2006 acabase con la poca que hubiese resistido la podredumbre.


PALOMAR. En una época caracterizada por la economía de la subsistencia, sorprende la presencia de un palomar de 2,40 metros de lado, por tratarse de una dotación destinada al uso lúdico y que fue representación de poderío.
Con losa en su cubierta a cuatro aguas, diferente de los habituales porque su planta es cuadrangular, y sus celdas destinadas a la cría y el refugio de las aves, invita a pensar que la población de esta aldea dispuso de tiempo para destinar al ocio.
Otra joya arquitectónica de primer orden es un hórreo de cámara rectangular, con cuatro claros y diez metros de largo por 1,50 de ancho. Está orientado en dirección Este-Oeste. Una de sus fachadas se derrumbó, también desapareció su armazón, y ambos acontecimiento es probable que se produjesen hace muchos años porque no quedó ningún rastro.
Cuenta con diez pies, de unos 85 centímetros de alto, y se erige dibujando un perfil majestuoso, asentado en un nivel alto del terreno, circunstancia que permite al paseante cruzar por debajo de su estructura pétrea en su camino hacia el núcleo de casas.
De la pujanza de la Aldea Vella de Vichocuntín habla también su molino, de planta cuadrada y 4,70 metros de lado, con una rueda de 80 centímetros de diámetro y una presa que conduce las aguas del Regueiro do Martelo y discurre por la vía central de la población. Su longitud es de unos 200 metros.
El hallazgo de este lugar figura entre los éxitos cosechados por el colectivo Capitán Gosende, en cuyo historial figura una amplia relación de actividades destinadas a descubrir, salvaguardar y promover el conocimiento el respeto y la protección del patrimonio etnográfico de la Terra de Montes.
Pero su labor altruista está limitada por la falta de medios y permisos necesarios para acometer sus actividades con mayor profundidad. «Estou convencido de que se se fixese unha retirada do manto de frouma e de restrollo, veríamos unha corredoira enlousada con dos valos de pedra», expone Calros Solla, uno dos sus componentes.
También aparecerían otras estructuras «que non vemos, pero intuímos», agrega, como unas escaleras de acceso al molino, un pilón, la era comunal bajo los piés del hórreo o las canalizaciones del agua hacia los campos y huertas.
El despoblamiento se produjo en el siglo XIX, tras la construcción de la carretera Ourense-Pontevedra, cuyo trazado discurre a unos 150 metros. «Os seus moradores optaron por reinstalarse na ribeira do Lérez, ao pé da nova estrada», argumenta Solla, que hizo necesaria la construcción de un puente, en el año 1852, pero también el nuevo Vichocuntín, en la parroquia de Pedre, es hoy un lugar desierto.
Y aquella aldea, cuyo antropónimo es un nombre derivado de quien fuera su poseedor en la época medieval, Viscacluntini, o los dominios de Visclacuntino, de etimología germánica, cayó en el más absoluto de los olvidos.

Quiso el destino que un día llegase un mensaje al correo electrónico de Calros Solla procedente de Venezuela. Su hasta entonces desconocido remitente le describió un lugar que había abandonado a la edad de seis o siete años. Corría el mes de julio de 2013 y fue el detonante que puso en marcha la búsqueda que llevó al grupo de Capitán Gosende al descubrimiento de un aula de la naturaleza y la etnografía de la que los vecinos de Cerdedo no tenían noticias.


Diario de Pontevedra (22-01-2014)
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2/16/2014
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Comentarios

  1. Buenas tardes Fernando,
    he leído la entrada a este blog, es la segunda entrada que leo hoy...y la segunda que voy a compartir con un grupo de Facebook al que pertenezco y en el que 268 miembros del grupo subimos todo lo que encontramos por la red y nos parece interesante ..el grupo se llama "Pedre,Cerdedo,Soutelo, Pontevedra, Galicia, Forcarei, Sabucedo, Cachafeiro..." pasate a curiosear si un día te apetece...
    Soy de Pedre, me llamo Lourdes y no conocía esta aldea perdida de Vichocuntín, que pena que teníendolo tan cerca no haya estado jamás alli.
    un saludo...Lourdes

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  2. Buenos dias, yo soy de Folgoso y conocia de siempre la existencia de ese lugar,que se denomina lugar de arriba de Vichocuntin, no aldea vella de Vichocuntin. Las casas se fueron desocupando en el siglo XX no en el XIX como dicen, e incluso las fincas aun se cultivaban y alguna casa conservaba hasta el tejado y eran utilizadas durante los años 70. Si el colectivo Capitan Gosende se molestara en hablar con los vecinos de Pedre, Vichocuntin, o Serrapio conocerían la verdadera historia del lugar y de sus gentes. Pero como el colectivo debe estar formado por gente que no deben ser de Cerdedo solo cuando les conviene para la foto, asi se dan los errores que se dan.

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