En las entrañas del volcán

Túnel volcánico del Teide

 

Día 21 de septiembre de 2011

Impone subir una cuesta con un 25% de pendiente. Piso a fondo el acelerador del vehículo tratando de culminar cuanto antes la empinada cuesta que atraviesa lcod de los Vinos. En lo alto comienza una serpenteante y estrecha carretera a través de los pinares que se extienden por la base del Teide.

Abandono el coche para subir a otro vehículo en el que nos internamos montaña arriba en busca del agujero por el que el destino quiso que se precipitase una mujer. Así fue descubierta la boca de una cavidad volcánica, conocida con el nombre de La Sima de la Vieja.

Desciendo a la Cueva del Viento. No hay escaleras, pasarelas, ni luces de colores. Con la ayuda del guía me asiento el casco y enciendo el foco que lleva incorporado. Todo mi campo de visión se limita al área que ilumina.

La superficie del suelo, irregular y rugosa, obliga a caminar con lentitud y precaución. Al peligro derivado de dar un paso en falso se suma el que provoca saber que en varios tramos hay que avanzar agachado, cuando no a rastras si quiero internarme en las galerías laterales.

La ruta de doscientos metros de longitud por las entrañas de la gran montaña me permite imaginar cómo pudo haber sido el gran acontecimiento, la explosión en el fondo del Océano Atlántico que dio origen a la isla de Tenerife y las sucesivas erupciones volcánicas, seguidas de inmensas riadas de material incandescente que, al enfriarse, se convirtieron en una kilométrica red de túneles habitada por una misteriosa fauna subterránea, donde se respira el mismo aire que hace más de veinte mil años. 

De vuelta al punto de partida, un simple ejercicio permite a los expedicionarios descubrir una sensación olvidada: basta con apagar el foco de los cascos y mantenerse en silencio durante un minuto para comprobar la inmensidad que son sesenta segundos cuando no hay ninguna referencia y todo es una intensa oscuridad.

De nuevo en la superficie, enfilo hacia Garachico, una localidad cuyo destino cambió durante la madrugada del día 5 de mayo de 1706, cuando un temblor, seguido de una potente explosión, fue el origen de dos lenguas de fuego que bajaron por el monte.

El torrente de materiales inflamables, procedente de la Montaña Bermeja, arrasó cosechas y viviendas, colmatando por completo el puerto. El contraste entre el magma negro, a mil grados de temperatura, y el agua, puso fin a la riada.

El mar entra con fuerza en las galerías creadas por la naturaleza, y hoy convertidas en piscinas, donde los chicos improvisan una y mil piruetas al lanzarse al agua, ajenos a la tragedia vivida por sus antepasados. 

Piscinas de Garachico


(Este texto figura entre los diez finalistas de un concurso de relatos organizado por el programa de viajes 'Nómadas', de Radio Nacional de España, que realizó la dramatización a la que pueda accederse a través del enlace adjunto)

Clip del programa Nómadas - Especial #RelatosNómadas 27/09/2015 de RNE

Nómadas
9/28/2020
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Comentarios

  1. Hola Fernando,como siempre cuando leo algo escrito por tu "pluma"quedó maravillada de tú elocuencia.Requerdos desde Cuxhaven

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